lunes, 26 de abril de 2021

Oscars 93: Resistencia, Distancia y una Misión Cumplida



La pandemia mundial acaecida por el virus COVID-19 tiró al suelo la temporada de premios. Todos los grandes circuitos, festivales de cine y jornadas de proyección dieron paso a sistemas de streaming, ceremonias virtuales y discursos vía Zoom desde dormitorios o salas de estar. La única organización que parcialmente se negó a eso fue la Academia, y estratégicamente decidió postergar la ceremonia 93 de entrega de los Oscar por dos meses de su fecha original. Llámenlo resistencia o tozudez, pero de que funcionó, realmente funcionó.

 

Si bien la ceremonia fue anticipada por una cantidad importante de cambios previos a las modificaciones relacionadas con la pandemia, llevar a cabo un evento “normal” fue un desafío mayor. Steven Soderbergh, Stacey Sher y Jesse Collins, productores de la ceremonia, no se limitaron al momento de tomar decisiones. Mascarillas, sanitizaciones, hasta 3 PCRs por cada asistente y cambiar el lugar del evento fueron algunas de ellas. Cambiar la locación principal del Dolby Theater a la Union Station de la ciudad de Los Angeles, elegida por el espacio que permitía cumplir con el aforo solicitado por norma sanitaria, fue crucial. Además, los productores se negaron a incluir discursos a través Zoom, pero sí enviaron equipos para transmisión vía satélite y habilitaron puntos de encuentro en diferentes partes del mundo como Londres, Berlín, Roma, París, Sydney, Dublín, Seúl, entre otros, permitiendo que los nominados que no viajaron a L.A. pudieran ser parte de la ceremonia y, en varios casos, poder recibir su premio como corresponde. Sólo 19 presentadores (bajísimo en comparación a los 42 de la ceremonia anterior) y los nominados con sus acompañantes fueron las únicas personas que acudieron al llamado de la Academia. Pero seamos sinceros: con todos esos cambios, ¿pudo cumplir la ceremonia?

 

Dar una respuesta exacta es difícil. Es claro que dista años luz de lo que es una ceremonia estándar de los Oscar, y de hecho se caracterizó por momentos bastante desconcertantes. Como ejemplo: Las canciones nominadas fueron interpretadas y grabadas con anterioridad, y exhibidas durante el pre-show, algo bastante extraño pero entendible, incluso en un año que la categoría de Mejor Canción Original fue bastante deplorable—a modo personal, 4 canciones de créditos que te hacían dormir más que emocionar y 1 canción de trama en una película con pocas posibilidades hicieron que perdiera la esperanza en la categoría y es un llamado a retomar el atractivo y significancia de estas en un film. Pero más me llamó la atención la decisión de mover ciertas categorías dentro de la programación: Mejor Dirección fue el quinto galardón entregado cuando usualmente es uno de los últimos, y Mejor Película vino antes de Mejor Actriz y Mejor Actor. Esta última categoría, tal vez me equivoque, pudo ser movida al final con la intención de homenajear al fallecido Chadwick Boseman si es que ganaba (algo adicional a que apareciera en ese In Memoriam lleno de muchos rostros connotados y en velocidad x2). Sin embargo, los votantes dijeron otra cosa y fue Sir Anthony Hopkins quien ganó ese merecido Oscar por su papel en The Father (o era Sir Anthony o el espectacular Riz Ahmed), llevando a un término repentino de la ceremonia y que dejó muchas dudas por lo que pasó.

 

A pesar de esos y otros tantos momentos extraños que nos dejó la ceremonia, no había mucho más que alcanzar. Seamos sensatos: sólo eso era lo que se podía hacer. Presentar una suerte de austeridad, acudir a los aspectos más personales de los miembros de la industria (presentar a los nominados con alguna anécdota de sus vidas, por ejemplo) y no limitar el tiempo para los discursos (Thomas Vinterberg contó todo lo que quiso, pero valió la pena) fue un intento leve pero valorable de acercar la ceremonia a la realidad que vive la humanidad en estos tiempos difíciles, y tal vez entregar un pequeño halo de futura felicidad pensando en que muy pronto podremos volver a nuestra nueva realidad. Junto con una amplia pero sutil inmersión hacia la tan anhelada diversidad de género, edad y raza (Chloé Zhao es la máxima expresión de ello). Eso tal vez fue lo que hizo que la ceremonia estuviera lejos de perfecta, pero la intención la convirtió en un evento especial para muchos, y de forma particular para los chilenos.

 

Y si, obviamente esta ceremonia era muy especial para nosotros como chilenos. El Agente Topo, dirigida por Maite Alberdi, estaba nominada a Mejor Documental, y su octogenario protagonista, don Sergio Chamy, pudo viajar a Los Angeles (su primera vez en avión) y estar en la ceremonia. De alguna forma, todos acompañamos al equipo en su cruzada en Los Ángeles, y teníamos una distante esperanza de que trajeran el premio a casa. Lamentablemente no fue así, y el documental My Octopus Teacher ganó la categoría. Pero a pesar de no ganar, queda una satisfacción que reconforta de muchas maneras. Primero, el enfoque mediático en el viaje de don Sergio, quien no había salido jamás de Chile y mucho menos viajado en avión, nos llevó a conectar con el mensaje que tiene la película en sí: la vejez no puede ser una etapa de sufrimiento y abandono, y es algo que no podemos olvidar. Si hay un don Sergio que tuvo la suerte de estar en la ceremonia en la meca del cine mundial, también hay una Bertita que buscaba el cariño de los seres humanos, que buscaba la felicidad en sus poemas y que finalmente mueren solos y abandonados afectivamente. Si hay algo que aprender de lo que vivió don Sergio, es que debemos buscar que todos nuestros adultos mayores lleguen a vivir algo similar, un cariño similar, no de la misma forma, pero que en el fondo sea igual de potente.

 

Por otro lado, nuestro agente y las realizadoras cumplieron una misión más profunda de lo que se cree. Si bien no ganaron, estuvieron ahí, en un momento en que me alegra decir que la presencia de cineastas de Chile ya no es una simple casualidad del destino. Quedamos atónitos cuando No obtuvo la nominación en 2013. Celebramos los triunfos de Historia de un Oso y Una Mujer Fantástica, y hoy debemos celebrar a El Agente Topo por marcar presencia, por convertir al cine chileno en un recurrente de los circuitos de premios, por darnos la seguridad que los Premios Oscar pueden llegar a esta larga y pisoteada franja de tierra. Don Sergio, Maite y Marcela no fueron como invitados especiales, fueron como parte de una comunidad cinematográfica que lentamente se abre a más países. Los Premios Oscar ya no son un anhelo inalcanzable, son una parte de la historia del cine chileno, y Agente Topo lo reforzó flamantemente este domingo.

 

Es así como después de dos meses extra de espera al tiempo habitual, ayer volvimos a revivir ese momento en que un grupo de cineastas y sus trabajos pueden alcanzar la cúspide de sus carreras, un alto punto de partida, o una despedida con laureles. Muchos tratan de negar la importancia de los Oscars, pero es increíble que entre más la niegan, más pendientes están de ellos—93 años de historia avalan su vigencia que, aunque tambalea fuertemente cada cierto tiempo, se aferra firmemente al aprecio por el séptimo arte. Es innegable que la ceremonia de ayer no es la que queríamos, pero si fue la que necesitábamos. No se trató sólo de olvidar las fallas técnicas, las pesadillas de Zoom y los espacios reducidos, se trató de demostrar que más tarde que temprano, algo cercano a nuestra cotidianeidad podrá volver. Bryan Cranston mencionó con seguridad que el próximo año volverían al Teatro Dolby. Frances McDormand dijo que volveríamos a los cines. Ambas declaraciones cargadas de esperanza que, tal como nosotros con nuestro Agente Topo, sólo responderá a retomar una distante realidad que ayer se vio más cercana que nunca, como uno de esos sueños que las películas nos muestran y seguirán mostrando año tras año.

domingo, 7 de marzo de 2021

20 Años de Pampa Ilusión: Méritos y Lecciones de un Magnus Opus de la TV

Afiche promocional de la teleserie

Un vehículo antiguo conducido por un elegante e impecable caballero se acerca a un grupo de obreros vestidos de blanco, tostados por el abrazador sol del desierto de Atacama, agotados por las eternas horas de trabajo y que huyen ante una inminente explosión. Esta postal es la perfecta descripción de lo que fueron los años de la época del salitre, tiempos de apogeo económico para Chile gracias a la extracción del mineral blanco, y forjado a punta de excesos, maltratos y penurias. Pero en realidad, dicha descripción corresponde a los primeros minutos del primer episodio de Pampa Ilusión, teleserie emitida por TVN entre el 07 de marzo y el 03 de agosto de 2001. Hoy se cumplen 20 años desde la emisión de esta magnífica producción de época ambientada en la década de 1930, cúspide y caída del auge salitrero. Para muchos, esta teleserie es una más de las tantas que produjo TVN en su mejor momento. Para mí, es definitivamente un hito televisivo cuyos logros no se valoran lo suficiente, y que marcó estándares de producción que se han olvidado en el tiempo.

Antes de expandir la idea, siempre es bueno establecer contexto. Pampa Ilusión fue el producto del equipo estrella de las teleseries de TVN: Víctor Carrasco en el guion, Pablo Ávila y Daniela Demicheli en la producción, y Vicente Sabatini en la dirección. Esta teleserie aborda el regreso de Inés Clark (Claudia Di Girólamo) a la oficina salitrera llamada “Pampa Ilusión” en busca de respuestas por parte de su padre, William Clark (Héctor Noguera), dueño de la salitrera y quien desterró a Inés y su madre lejos sin saber por qué. Todo esto ambientado en la vida cotidiana de las salitreras, y la inminente crisis que está llevando al inevitable cierre de la oficina. Esto es un resumen bastante escueto, considerando todas las aristas y sub-tramas que esta teleserie desarrolla de forma impecable a lo largo de sus 114 episodios, involucrando temas como los abusos hacia la clase obrera, las dificultades económicas, la discriminación por ocupación o nacionalidad y el machismo (todos abordados en una época en que los quiebres de la sociedad chilena eran tan o más profundos de lo son ahora). Pero las temáticas y su forma de abordarla son sólo una parte de los méritos que se gana esta teleserie.

Oficina salitrera Santa Laura, lugar donde se grabó Pampa Ilusión 
Partamos mencionando que Pampa Ilusión fue al rescate de una parte importante de nuestra historia material e inmaterial. La decisión de hacer esta teleserie de época no fue un trabajo fácil: todos los exteriores de la teleserie, que representan un alto porcentaje de las escenas de la producción, fueron grabados en las oficinas salitreras Humberstone y Santa Laura, ubicadas en pleno desierto de Atacama a 54 kilómetros al interior de Iquique. Aunque dichas oficinas contaban con el rango de Monumento Nacional desde 1970, su estado al momento de iniciar la pre-producción era deplorable debido a las décadas de abandono, constantes robos y saqueos a las construcciones, sumado a los efectos de la naturaleza sísmica de nuestro país. El equipo de producción de TVN debió trabajar arduamente para reparar y restaurar profundamente el semblante de las salitreras, todo esto con la supervisión y consulta del Consejo de Monumentos Nacionales. Gracias a este trabajo, y lo exhibido en la teleserie, el lugar pudo convertirse en un foco turístico, permitió poner en la palestra las funciones de la Corporación Museo del Salitre quienes buscaban a darles el carácter de Patrimonio a estos lugares—algo que se lograría en 2005, cuando la UNESCO nombra a estas salitreras como Patrimonio de la Humanidad. Es posible creer que sin esta teleserie y su masivo alcance a lo largo de Chile, no se habría puesto la urgencia necesaria en conservar a esos lugares que fueron escenario de una parte importante de nuestra historia.

De hecho, la historia de las salitreras no está muy presente en el área audiovisual de nuestras artes. Si bien tenemos obras musicales (“La Cantata de la Escuela Santa María de Iquique” o la canción “Arriba Quemando El Sol”) que hablan de la vida de los pampinos, son poquísimos los trabajos que retratan esta época en televisión o cine. Lo existente hasta ese momento eran obras relacionadas a la Guerra del Pacífico, cuyo móvil fue la riqueza del salitre. Pampa Ilusión profundiza la vida tanto de los dueños de las salitreras como de los obreros y sus familias, y la relación que existía entre ellos. Esta teleserie funciona como un retrato bastante fiel de las injusticias que vivían los habitantes de las oficinas, el trato que recibían por parte de sus patrones y las limitaciones económicas y sociales a las que eran sometidos. Hablamos de una historia que entrega el aspecto humano de las personas que vivieron esa época en su máxima expresión.

De izq. a derecha: Vicente Sabatini (director), Claudia Di Girólamo y Francisco Reyes







Cuando hablamos de personas, nos vamos directamente al otro gran mérito que presenta esta producción: el conjunto actoral y el trabajo realizado por cada uno. Vicente Sabatini siempre centró las historias en los personajes, y tenía la capacidad de desarrollarla con artistas de alto nivel. Cuando tienes actores de calidad, puedes crear personajes integrales, que generen un impacto en la audiencia y que puedan permanecer en el tiempo. Pampa Ilusión evidencia claramente que Sabatini no puso límites en cuanto a talento actoral se trata. Y no hablamos de cinco o seis actores de renombre. Piénsenlo así: ¿sería posible hoy en día tener en tu reparto de actores a Claudia Di Girólamo, Francisco Reyes, Héctor Noguera, Luis Alarcón, Delfina Guzmán, Eduardo Barril, Mares González, Luz Jiménez, Alfredo Castro, Ximena Rivas, Amparo Noguera, José Soza, Consuelo Holzapfel, Tamara Acosta y Néstor Cantillana? Sería mejor agradecer que hubo una producción que los tuvo a todos juntos. Cada uno de ellos trabajó arduamente en conectarse con su personaje, adecuarse a la época en que se desarrolla y darle la credibilidad necesaria para que la audiencia perciba a quienes son parte de la historia, no a los actores.

Blanca Lewin como "Clara Montes"
Al juntar ambos méritos, queda claro que conseguir una producción de época de calidad y que cuente una historia que genere empatía en el público es posible. De hecho, Pampa Ilusión fue una producción ambiciosa que marca un precedente y un estándar en lo que respecta a teleseries. Mientras la mayoría de las teleseries anteriores se desarrollaban en época contemporánea, el equipo decide arriesgarse en términos monetarios y de espacio: pensemos que grabaron en el medio del desierto, un lugar poco usual como locación, en un sitio que no contaba con agua potable ni electricidad (tuvo que adecuarse para poder recibir a los equipos de producción) y en el que había más riesgo que éxito en el horizonte. Y el riesgo era alto: pensemos que esta es parte de una sucesión de triunfo tras triunfo que había conseguido TVN en el horario prime durante el primer semestre, una racha ganadora que comenzó en 1995 con Estúpido Cupido y culminaría en 2004 con Los Pincheira, y que llevó las teleseries a todo Chile, usando locaciones en diferentes partes de nuestra larga y angosta geografía (Iquique, Zapallar, Chiloé, Pucón, Mejillones e incluso Rapa Nui) y obtenía sintonías impensadas. De hecho, Pampa alcanzó su récord en su episodio final, el cual presentaría un peak de 64 puntos de rating, con un promedio de 55 puntos, una recompensa satisfactoria para un arduo trabajo realizado.

Todo esto se plantea en un momento en que la televisión nuevamente es la fiel compañera que apaña a muchos en estos momentos de encierro, pero que lamentablemente no se condice con lo que realmente se podría mostrar. Nadie exige que sea un documental de lo que vivimos día a día, pero una pincelada a nuestra cruda cotidianeidad en una buena historia y con personajes reales (no estereotipos) no haría mal. Cualquiera podría decir que glorificar una teleserie como esta es sólo un asunto de nostalgia, y sabemos que la nostalgia es una fuerza que nos golpea frecuentemente, muchas veces haciéndonos creer que todos los tiempos pasados fueron mejores cuando en realidad no es así. Pero reconocer los méritos ganados por todas y todos quienes lograronPampa Ilusión no es un asunto de nostalgia: es simplemente aclarar que en algún momento de la historia de la televisión se podían hacer las cosas bien. Se podía crear una historia que nos recordara nuestra historia, que reflejara lo que sentimos o vivimos en la pantalla. Reconocer esos méritos es mostrar que el arte y el contenido de calidad pueden coexistir.

Pampa Ilusión no solo dejó una lección para la audiencia, sino también para quienes realizan trabajos audiovisuales. Esta teleserie logra recordarnos que antes que nosotros, hubo gente que probablemente no conocimos, personas que sufrieron problemas diferentes a los nuestros, pero que en el fondo los compartimos hasta el día de hoy. Logras sentir empatía con un personaje de ficción que representa que lo que vives hoy, ya lo vivió alguien muchas décadas antes, todo esto dentro de un producto de calidad, que estaba hecho con una visión artística, conciencia social y que no subestima a la audiencia.


Obreros salitreros, quienes inspiraron la historia de esta producción.

Para finalizar, sólo me queda recomendarles encarecidamente que la vean. De hecho, todos los episodios están disponibles en YouTube  Es un producto de calidad que no volverá a ocurrir. Estoy completamente seguro que en el futuro no existirá una producción que le iguale, menos que le supere. Los tiempos cambian, los estándares también, y lo que esta teleserie logró en su momento no se podrá repetir. Por más que queramos, los tiempos de la “era dorada” no volverán más, más aun cuando vemos que la televisión va de salida de forma lenta pero segura—no por la audiencia, sino por la gente que maneja las unidades televisivas y sus contenidos—pero no quiere decir que no se pueda aprender del pasado, de la historia que se ha construido. Por ahora, sólo queda reconocer y destacar que hace 20 años, un grupo de artistas de primer nivel supo dejar su trabajo enmarcado en la historia, y en la memoria colectiva de las y los chilenos que vieron esta ilusión televisiva como la obra de arte que fue, es y será por siempre.




domingo, 2 de agosto de 2020

Chile, País de Kiltros (aunque les duela)

Vivir en una nación que está incrustada casi en el fin del mundo hace que muchas veces nos sintamos ajenos a que ciertas situaciones puedan ocurrir: guerras, catástrofes, comportamientos humanos reprochables e impensados. Pero aquí estamos, lidiando con una pandemia desagradable que una vez más ha sacado a flote las verdaderas facetas de los que nos rodean. No hablo del COVID-19, hablo del racismo. 

Por si desconocen la situación, durante la semana, comuneros del pueblo mapuche se habían tomado instalaciones de los municipios de algunas comunas de La Araucanía, a modo de protesta por el rechazo de la corte al recurso de amparo puesto por la defensa del machi Celestino Córdova, único imputado por el turbio caso Luchsinger-McKay, y quien se encuentra en un crítico estado de salud. La noche de este sábado y madrugada de este domingo, los comuneros debieron enfrentar violencia por parte de fuerzas armadas y civiles en dichas comunas, terminando en una de las jornadas más críticas vividas en los últimos meses. Ya circulan por la Internet las fotografías que evidencian el brutal modus operandi que poseen las fuerzas de “seguridad pública,” esta vez apañados por civiles. Pero a pesar de las crudas imágenes de las personas golpeadas, ensangrentadas y violentadas, hay un registro audiovisual que me ha dado vueltas: un grupo de civiles en Curacautín saltando y gritando “el que no salta es mapuche.”

Al principio, la frase y la acción me fue irónicamente risible, sabiendo que: primero, la gente que hacía eso viven en una ciudad con un nombre MAPUCHE (kura kawtin: piedra donde reunirse); segundo, ninguno lucía como el típico racista de supremacía blanca, eran sólo chilenos promedio. Pero al pensarlo más detenidamente, espanta el pensar que ese racismo desatado existe y se manifiesta a libre destajo, más encima avalado por quienes deben hacer cumplir la ley (se supone que aún rige el toque de queda por cuarentena). Lamentablemente, ese racismo existe porque el contexto lo permite, y la ignorancia lo fortalece.

En primera instancia, ser racista en Chile es una contradicción hacia la propia biología y genética. La colonización del Nuevo Mundo trajo masas de europeos a los territorios que hoy son lo que conocemos como Chile. De ellos se han heredado elementos como la religión católica, el diseño de las ciudades y un porcentaje del idioma que hoy hablamos. Durante el siglo XIX, oleadas provenientes de otras naciones como Alemania e Italia llegaron a territorio nacional a establecerse pagados por el gobierno de Chile. Como reacción natural, ocurrió la interacción con personas de los pueblos originarios, ocurrió el mestizaje y nos lleva a lo que somos hoy: un país de mestizos. Mayor sustento a esto proviene de estudios genéticos que han descubierto que prácticamente todos los habitantes poseen un porcentaje de sangre amerindia en su línea genética. Científicos de la Universidad de Chile realizaron estudios en 2017 que vinculaba las proporciones genéticas a la susceptibilidad a determinadas enfermedades. Dicha investigación arrojó que en promedio, el porcentaje de sangre amerindia varía entre el 40% y el 60% en cada persona. Katherine Marcelain, oncóloga de la UCH que participó de la investigación, resalta el que los chilenos son una “mezcla” y ejemplifica con el vínculo al pueblo mapuche: “aunque la gran mayoría no tenemos apellidos mapuches, eso no significa que no tengamos un porcentaje de ancestría mapuche.” Un año antes, la UCH en conjunto a la Universidad de Tarapacá realizó un estudio que reveló que en promedio, los genes chilenos se componen 53% europeo, 44,3% indígena y 2,7% africano (sí, africano). Entonces, a menos que ambos progenitores sean de ascendencia exclusivamente europea con nula interacción en el territorio nacional, lamento confirmar que tienen un porcentaje de sangre indígena en sus genes, son mestizos como casi todo Chile y, por lo tanto, su racismo es infundado, cínico y desagradable (como lo son todas las discriminaciones, en realidad). 

Por otro lado, es difícil erradicar el racismo hacia los coterráneos cuando los lineamentos de la nación no entregan un sustento para poder realizar detener dicha discriminación. Siempre se critica que muchas de las políticas chilenas vigentes se basan (o se copian) desde modelos extranjeros y que causan más mellas que mejoras en el largo plazo. Pero es evidente que eso se hace sólo a la conveniencia de quienes deben tomar las decisiones. En materia de pueblos originarios oprimidos por colonizadores podemos tomar tres ejemplos: Canadá, Nueva Zelanda y Australia. Los tres países reconocen constitucionalmente a sus pueblos originarios como primeros habitantes de los territorios de cada país. De hecho, Canadá usa el término “primeras naciones” para referirse a las comunidades indígenas. Por otro lado, Nueva Zelanda otorga derechos de autodeterminación a través del tratado de Waitangi, lo que permite, por ejemplo, al pueblo maorí tomar determinaciones respecto a sus terrenos ancestrales. Una situación muy similar se vive en Australia, donde además se realizó una acción pionera: en 2008, el entonces primer ministro Kevin Rudd, en representación de los gobiernos australianos, pidió disculpas a los pueblos originarios por los daños históricos causados, enfocándose en aquellos quienes fueron removidos de sus orígenes con el propósito de “occidentalizarlos,” conocidos allá como Stolen Generations (generaciones robadas). Estas acciones han llevado a lo que es encaminarse hacia la “autodeterminación” de las primeras naciones. 

¿Y qué ha hecho el estado de Chile por otorgar la autodeterminación a nuestros pueblos originarios? Existen tres acciones de mayor relevancia que vinieron desde los gobiernos, y ninguna entrega lo que se debe buscar. La primera es la fundación de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI) en 1993, una institución dependiente del Ministerio de Desarrollo Social, que busca la ejecución y promoción de los planes de desarrollo de personas pertenecientes a los pueblos originarios. Esta institución funciona como un incentivo económico y de difusión de producción, por lo que la identidad de los pueblos se convierte en una simple marca publicitaria. En segundo lugar, está la creación del Día Nacional de los Pueblos Indígenas, festividad que se realiza el 24 de junio, usando la fecha en que coincide con la mayoría de los pueblos consideran el inicio de un nuevo ciclo. Dicha “festividad” con suerte viene en los calendarios escolares como una opción a celebrarse (en Nueva Zelanda, una festividad similar es feriado legal). Finalmente, en 2001 se crea la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato con los Pueblos Indígenas, organismo que desde su creación hasta el 2003 asesoraron al ejecutivo en cómo los pueblos originarios visualizan los hechos históricos, de manera que pudiera resultar en crear políticas de estado que se vinculen directamente a sus situaciones particulares. En 2003 entregaron el informe correspondiente a cerca de 3 años de recopilación… y eso fue todo. No se puede decir que las acciones han sido nulas, pero claramente son insuficientes y no buscan el reconocimiento ni la autodeterminación de los pueblos indígenas. Mientras las acciones no reflejen ni busquen una real intención de otorgar los derechos innatos a las naciones originarias, son inútiles y sólo estancan los avances.

En 2018, la Universidad de Talca realizó un estudio sobre los prejuicios hacia la pertenencia a pueblos originarios en Chile, en el que se destaca la clara aversión hacia el más mínimo vínculo al pueblo mapuche. Curiosamente, en el mismo estudio, 42,1% de los encuestados señalaron que el cabello rubio es más distinguido que el cabello oscuro. ¿Está la gente de Chile consciente de lo que somos por naturaleza e historia? Esa afirmación, además de ser una notoria contradicción genética ante las expectativas de raza, refleja claramente lo que, en resumen, trata este escrito: en Chile se desconoce lo propio, se rechaza la historia y se deja que esta sea reprimida por querer sentirse parte de algo que está distante a ser. Causa más orgullo tener los ojos claros que tener un apellido mapuche, y eso es el racismo que ha crecido a lo largo de la historia en nuestro país.

No debiese ser difícil comprender que Chile no es un país blanco, caucásico, ario: es un país mestizo, de orígenes mezclados y con bases ligadas a pueblos indígenas. A esos pueblos se les debe el respeto por lo que han aportado a nuestra cultura, por ser los primeros habitantes de nuestro país y por aguantar abusos y desconocidas de los propios chilenos. Es contradictorio ser chileno y racista cuando, en un orden de mayor amplitud, en esos países a los que algunos se vinculan tan fuertemente como España, Italia o Alemania, somos una minoría: los latinos, los ladrones, los que roban trabajo, lo que echan a perder el país (¿les suena conocido ese discurso?). Se busca la paz, pero esta no se logrará mientras los pueblos indígenas no consigan su autodeterminación, y eso no ocurrirá mientras se les vea como enemigos, como inferiores, como un aspecto que supuestamente ultraja nuestra chilenidad. El racismo hacia los mapuches existe y no puede quedarse. Y para aquellos que saltaban y gritaban “el que no salta es mapuche” y los que justifican su forma de actuar: debieron quedarse bien quietos y callados porque no hay nada más ridículo e inconsecuente que creerse cachorro de raza, cuando en realidad eres, al igual que casi todos, un quiltro.

domingo, 26 de abril de 2020

Series chilenas: La calidad parte por casa

Anoche, cuando faltaban 15 minutos para la medianoche, Canal 13 estrenó Helga y Flora. A modo de resumen, Helga y Flora es una serie de misterio y suspenso inspirada en las primeras mujeres que formaron parte de la Policía Fiscal (actual PDI) a mediados de la década de 1930. Las dos detectives, Helga (Amalia Kassai) y Flora (Catalina Saavedra) son enviadas a investigar un robo en la estancia Kerren, en el medio de la isla de Tierra del Fuego, a pedido personal de su terrateniente, Raymond Gamper (Alejandro Sieveking). Será allí donde una serie de sucesos y antecedentes desencadenen algo mayor al caso por el que iban ambas detectives. Esta serie estaba anunciada desde 2018, pero por razones desconocidas, Canal 13 la tuvo guardada hasta anoche ¿Sabían de su existencia? Probablemente no.

Otro caso: en el año 2017, Canal 13 Cable estrenaba una serie llamada Una Historia Necesaria, basada en las historias y testimonios de 16 casos sobre detenidos desaparecidos durante la Dictadura. Al año siguiente, la serie recibió un Premio Emmy Internacional a Mejor Serie en formato Corto. A los ojos de miembros de la comunidad internacional, la serie fue digna de destacarse. A ojos de una amplia mayoría de las y los chilenos… no se sabe, ya que probablemente nunca la han visto o ni siquiera han escuchado de ella.

Equipo de Una Historia Necesaria recibiendo el Emmy en 2018

L
a producción dramática en la televisión chilena siempre ha sido asociada, y en obvia medida, a las teleseries. Éstas comenzaron abarcando la primera parte del prime televisivo en Chile (20 a 21 horas), siendo TVN y Canal 13 las que dominaron por décadas esta franja—la famosa “guerra de las teleseries” ¿recuerdan? Los años han ido pasando, y todos conocemos la situación actual. Pero dentro de este dominio gigante de las teleseries, también quedaba un espacio para otro tipo de producciones dramáticas: las series. Estas ocupan un lugar específico y poco valorado en la televisión chilena. Éstas se caracterizan por tocar temas de carácter más social o histórico, que usualmente involucran tramas más profundas y que se acercan más al “estándar internacional” en términos de producción. Complejas de producir, difíciles de promocionar y desfavorecidas contextualmente ante las audiencias, el camino que recorren las series desde el guion a la pantalla no es fácil, y las razones están a simple vista.

Financiar la producción de una serie no es para nada fácil. Si no es por parte de una productora privada, sea nacional o internacional, los realizadores deben recurrir a fondos públicos. De hecho, el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) entrega anualmente montos en dinero para ayudar a financiar producciones televisivas, mayoritariamente de carácter documental y dramático. Lamentablemente, esto lo hace a través de fondos concursables, es decir, los ganadores o los que más se lo merezcan desde la perspectiva de los integrantes del Consejo obtendrán los fondos para realizar sus proyectos. Por un lado, un buen incentivo de caridad; por otro, un cementerio de proyectos audiovisuales que tal vez eran magníficos, pero que nunca verán la luz. Conseguir fondos privados o internacionales está lejos de ser sencillo, ya que sueles tener dos opciones: o vendes tu proyecto (a cambio de fondos, puede que tengas que hacer aparecer alguna marca comercial cada cinco minutos) o tienes los contactos suficientes para poder conseguir financiamiento (tener a los Larraín de tu lado puede ser beneficioso).

Zamudio: Perdidos en la Noche fue emitida por TVN en 2015

Si lograste financiarla, debes conseguir el espacio donde emitirla, y obtener un horario ideal para llegar a la mayor audiencia posible. Eso tampoco es fácil ya que al tener las teleseries, los canales de TV no se muestran muy abiertos a sumar más producciones dramáticas a su programación, y si lo hacen, le dan horarios que poco motivan a la audiencia a verlas. Respecto a esto último, es cierto que en su momento, por ejemplo, TVN otorgó horario prime a algunas series como El Reemplazante, o lo que hizo Canal 13 con Los 80, pero aun así sus intentos quedaban en buenas intenciones. Por ejemplo, Los Archivos del Cardenal era transmitida durante días de semana, pero pasadas las 11 de la noche. Bichos Raros obtuvo el horario después de las noticias (22.30 aproximadamente), pero de un día sábado. Zamudio: Perdidos en la Noche corrió con una mejor “suerte” al obtener como horario los domingos a las 22 horas. Aun así no posicionan producciones de alto nivel en el lugar que merecen. Pero como en todo orden de cosas, lo que realmente vende es lo que prima, sin importar su calidad (seamos sinceros: muchas teleseries y sus tramas subestiman la inteligencia de las y los televidentes) y mientras los canales de televisión no den un espacio importante a estas producciones, es difícil que estén al alcance de la mayoría de las personas (también está claro que estas series están disponibles en Internet, pero si hay algo que esta pandemia ha dejado en claro, es lo limitado de la conectividad en este país).

La continuidad de la serie es el último paso. Si es rentable, puede acceder a una próxima temporada. De lo contrario, fuiste buena mientras duraste. Los realizadores y actores van en busca de otros proyectos y cuando las posibilidades de una nueva temporada se abren, tal vez ya es demasiado tarde. Es así como muchas series terminan convirtiéndose en miniseries debido a que no se pueden producir nuevas temporadas. Es cierto que existen excepciones (nuevamente Los 80) pero es lamentable que una serie no pueda subsistir por diversas razones, más cuando las principales son falta de financiamiento o falta de interés.

Los 80 es una de las pocas series que ha durado varias temporadas.

El mundo de las series puede ser muy amplio, y en Chile tenemos material suficiente y variado para realizarlas (con el respeto y la conciencia debida, no todas las series pueden ser relacionadas a la Dictadura.) Este formato ha puesto a los realizadores en contextos internacionales, y ha demostrado que la frase cliché “ni siquiera parece hecha en Chile” puede ir desapareciendo. Las series nos han dado actuaciones magníficas que pueden consagrar a grandes como Daniel Muñoz, Alfredo Castro, Amparo Noguera o Catalina Saavedra, así como también descubrir nuevos talentos, como lo han sido Nicolás Rojas en Zamudio, Giannina Fruttero en Ramona o Sebastián Ayala en El Reemplazante. Y estos talentos no sólo están frente a la pantalla: directores, cinematógrafos, diseñadores, compositores y guionistas que pueden superar las expectativas y mostrar que son iguales o mejores a esos “estándares internacionales” que tan erróneamente hemos puesto. 


Amalia Kassai, Alejandro Sieveking y Catalina Saavedra en Helga y Flora

Lo mostrado anoche por Helga y Flora es muestra de todo eso. La calidad del primer episodio se evidencia de principio a fin. Actuaciones impecables, fotografía maravillosa, locaciones y ambientación muy bien logradas, música original e incluso un opening que te captura de forma inmediata (nada que envidiar a HBO o Netflix). El ver una producción de tal nivel fue una experiencia satisfactoria, pero también trajo todos esos pensamientos a mi mente: La frustración de no ver el trabajo concretado, ya que es probable que Alejandro Sieveking no pudo ver el producto finalizado, y se convierte en un proyecto póstumo tanto para él como para Ernesto Gutiérrez, otro actor de la serie fallecido este año. La frustración ante el centralismo que aún está latente, ya que la serie se desarrolla y fue grabada totalmente en Magallanes. ¿A qué hora tuvieron acceso a verla las personas de esta región? Casi a la una de la madrugada. Todo esto termina siendo una pena, tal como menciona la misma Catalina Saavedra en una entrevista, pero por sobre todo, una falta de respeto hacia los realizadores, los artistas y la audiencia.

Al leer comentarios hoy, muchos ya anticipan querer una segunda temporada. También pienso en lo mencionado anteriormente de series que se vuelven miniseries por falta de fondos. ¿Es ese el futuro que le espera a Helga y Flora? Si me baso en la impresión causada por el primer episodio, espero que no sea así. Sería genial ver a las dos detectives resolviendo casos en otros lugares y otros tiempos de nuestro Chile. Si queremos que eso sea posible, hay que dar valor a la producción local, respeto a los realizadores nacionales y darse cuenta de la calidad de material que hay a lo largo de todo Chile para ser trabajado ampliamente en diferentes géneros y estilos. Este valor debe venir desde todos los estratos, desde los que financian hasta los que ven las series. El producto extranjero no es garantía de calidad, algo difícil de entender, pero seamos realistas al pensar que esa idea es algo que como sociedad debemos limitar, y pensar que en general hay algo que nos debemos a nosotros mismos y les debemos a nuestros artistas: apreciación a la propia cultura. Queda mucho por avanzar, pero por ahora dejemos en claro que Helga y Flora representa una vez más que la calidad puede partir en casa.

domingo, 5 de abril de 2020

El Bingo Más Grande de Chile


Son muchos los temas que suelen polarizar las opiniones y visiones de las chilenas y chilenos: política, historia, religión, deportes... y la Teletón. Esta última ha sido tema de debate durante los últimos años por su forma de funcionar y el cómo presenta la discapacidad a la sociedad de nuestro país. Esto se acentúa ad portas la campaña televisiva de cada año. Por razones sociales y sanitarias, la última edición de esta “cruzada solidaria” se postergó hasta los viernes y sábados recién pasados, realizándose prácticamente de forma digital por la contingencia de la pandemia, y recaudando una suma mayor a los 30 mil millones de pesos, a pesar que no hubo campaña presencial masiva ni las largas filas para ir a donar al Banco de Chile. Muchos apelaron a que por la situación del país, esta edición no debió realizarse. Otros establecen que no debería realizarse más. Es en este punto donde entra el conflicto entre detractores y aquellos que defienden la causa con dientes y garras. En realidad esto se resume a simplemente visualizar cómo debemos afrontar, en todo aspecto, la discapacidad como parte de nuestra sociedad.

Para comenzar, debemos entregar contexto. La Teletón como la conocemos actualmente se inicia en 1978, cuando Mario Kreutzberger (Don Francisco) decide imitar la iniciativa realizada por el actor y comediante estadounidense Jerry Lewis de hacer un programa televisivo maratónico para reunir fondos destinados a una fundación que beneficia a las personas discapacitadas. Es así como se crea la Fundación Teletón (reemplazando a la Sociedad Pro-Ayuda del Niño Lisiado) y siendo el inicio de una campaña que se hace anualmente a fines de cada año (salvo cuando son años de elecciones, siendo así mismo la excepción el año 2017). La fundación se financia a través de donaciones de bienes o de dinero, enfocadas principalmente en la mencionada campaña anual. De la meta o monto anual, se ha dicho que el 70% (o incluso más) corresponde a las donaciones de las personas, de la gente, del pueblo. El porcentaje restante corresponde a empresas y auspiciadores que anualmente se integran a la campaña a través de publicidad y contactos para la realización del show televisivo que se hace en cadena nacional, por 27 horas continuas y con la participación de reconocidos rostros nacionales e internacionales.

Así como se plantea, pareciera ser que no hay nada malo en ello. Pero si comenzamos a desglosar lo que hay detrás, crean que la perspectiva es muy diferente. Hay que dejar en claro que los cuestionamientos no van dirigidos ni a la causa en sí ni al trabajo realizado por los profesionales en cada uno de los catorce institutos a lo largo de Chile; tampoco a la solidaridad de las chilenas y chilenos y mucho menos a los esfuerzos de los pacientes de los institutos y sus familias. Crean que de verdad no se cuestiona el fondo. Lo que sí es cuestionable, es la forma.

El cómo se presenta a las personas con discapacidad en esta tarea es compleja de abordar. Por un lado, sabemos que no es correcto mostrar a los discapacitados como sujetos de lástima y que necesitan la caridad de los demás. Por otro lado, parte de la forma de actuar de la mayoría de las chilenas y chilenos se ve condicionada a los estímulos concretos, reales y directos. Por ejemplo, un chileno seguirá cruzando la calle por donde no hay paso peatonal hasta que alguien muera atropellado ahí mismo. Sólo en ese momento, puede que su conducta cambie. La triste verdad es que a nivel general, falta mucho que aprender y asimilar de la cultura inclusiva—algo que va de la mano con la empatía, de lo cual sí que estamos escasos hoy en día. Pensando así, tener que mostrar las historias y los progresos de los pacientes de la Teletón para tener que sensibilizar a las personas puede que funcione, y es lamentable que sea así. Aún así, esta sensibilización no se logra a largo plazo ya que para muchos la “bondad” hacia los discapacitados dura sólo los días de la Teletón, pero el resto del año, valen nada. Argumentan que muchos esperan al inicio de la campaña para “esparcir el odio y el resentimiento,” al igual como la mayoría de ellos esperan la misma instancia para ser solidarios y acordarse de que existen personas con capacidades limitadas. Un ejemplo anecdótico es el de una cuña periodística de una persona que fue a donar al Banco de Chile con su familia, y estacionó su vehículo en lugar para discapacitados frente al edificio del banco. ¿Inconsecuente, no creen?

Respecto al programa televisivo, este año quedó más que claro que tan necesario no es. De hecho, el teletón original estadounidense abandonó el programa televisivo en 2015, y la institución no quebró, sigue funcionando y sus ingresos por medios de donaciones no han descendido: sólo se han distribuido a lo largo de los meses. Es impensable esperar que una donación esté condicionada a recibir un show en retribución, aunque sabemos que, nuevamente, es una forma de sensibilizar que se desvía totalmente de la intención original de la campaña. Además, esta franja televisiva más resulta en una forma efectiva de crear publicidad de amplio alcance, y restituir la imagen de personas e instituciones que antes los ojos del público no son de consideración. Estos últimos usan la estrategia fácil de hacerse los solidarios con tal de tapar hechos complejos que hayan ocurrido con anterioridad. Ejemplos de eso pueden ser la presencia de ciertas figuras políticas (incluyendo la participación del "Honorable" en esta edición) o las declaraciones de Kreutzberger hacia las Fuerzas Armadas durante las transmisiones oficiales (el vídeo donde sale con los oficiales de verde es realmente confuso).

Y si hablamos de retribución por donación, no podemos dejar fuera a las “generosas” empresas. Cada año, empresas realizan cuantiosas donaciones que constituyen un porcentaje menor a lo que dona la gente. Estas empresas se acogen a la Ley de Donaciones N° 16.271, a través de la cual pueden lograr una rebaja de hasta un 25% de sus impuestos por dicha donación, por lo que si lo pensamos bien, la empresa no hace un esfuerzo o un gasto de sus ganancias, si no que destinan su impuesto a otra causa para aliviar su carga tributaria (y sus conciencias, también). Si lo pensamos derechamente, la empresa saca su donación de lo que la gente compra y/o lo que sus trabajadores aportan voluntariamente (esperando que realmente sea voluntario).

Cuando la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) cuestionó en 2016 la narrativa del programa televisivo y la imagen entregada de los discapacitados como objetos de caridad, no cuestionaba la solidaridad de las chilenas y chilenos: cuestionaba el por qué tiene que hacerse una campaña para costear una rehabilitación, mientras que el Estado de Chile tiene que hacerlo como deber jurídico. El artículo 18 de la ley N° 20.422 establece la rehabilitación como una obligación del Estado, y que debe velar para que se cumpla. ¿Cómo lo hace actualmente? Estableciendo un porcentaje menor a 1% del presupuesto anual de Salud a la rehabilitación de las personas discapacitadas. Durante todo este tiempo, se ha delegado su deber a esta y otras instituciones a las cuáles rara vez aportan, y mucho menos corren con la totalidad de los gastos.

La credibilidad de las entidades gubernamentales ha estado en el suelo desde hace mucho tiempo, lo que hace pensar que la Teletón en manos del estado sería desorganizada, poco accesible o que incluso los fondos recaudados podrían ser, coloquialmente hablando, robados. Pero la realidad tampoco es tan bella como se pinta. Si bien los institutos y la labor cumplida por estos son casi incuestionables, el manejo desde las cabezas de la fundación deja mucho que desear. Hablamos de un directorio conformado por miembros de la elite empresarial que encabezan o son parte de grandes conglomerados económicos que manejan un altísimo porcentaje de la riqueza y que, en algunos casos, no son de antecedentes muy limpios. Si no le parece argumento suficiente, veamos dos ejemplos: Carlos Délano, el mismo que se fue preso por los fondos truchos del caso Penta, fue Presidente de la fundación de 2010 a 2014. Jaime Mañalich, ese mismo que tiene el país patas arriba con su gestión de salud durante la pandemia del COVID-19, fue parte del directorio de 2018 a 2019. ¿Rematamos? Mario Kreutzberger también es parte del directorio. Puede que sea cierto que Kreutzberger no recibe dinero como animador o rostro de la campaña, pero como parte del directorio de la fundación dudo mucho que esa parte la haga sólo por pensar en la causa y como un acto de buena voluntad.

Gerardo Varela, quien fue ministro de Educación (¿por qué, señor, por qué?) en 2018, lanzó la frase para el bronce al sugerir que las escuelas hicieran bingos para reparar la infraestructura dañada. Esta frase molestó porque sacó a la palestra un hecho frecuente pero que tal vez no había tenido tanta relevancia hasta entonces: casi siempre, la gente de Chile debe auto-solventar los gastos que desde el punto de vista ético y legal, le corresponden al Estado costear en su rol de ente garante de derechos. La frase de Varela trajo a nuestra mente los bingos, completadas, platos únicos, rifas y eventos en que todos participamos para ayudar al amigo o a la vecina que necesita pagar un medicamento, un tratamiento médico, o simplemente acceder a una mejor vida después de una desgracia común o personal. ¿Acaso no es la Teletón lo mismo que esos bingos? Piénsenlo bien antes de reaccionar. ¿Quiénes otorgan el 70 o más porcentaje de los fondos? ¿De quién realmente depende que la campaña solidaria sea un éxito? ¿Por qué siempre apelan a los ingresos de la gente que muchas veces no tiene siquiera para comer, pero si guarda unos pesos para depositar en la 24.500-03? O incluso más crudo ¿ha pensado en cuántos beneficiados por la misma Teletón donan o hacen campaña para la misma institución que les atiende?

Con esto espero que quede claro que al criticar la Teletón, muchos no criticamos la solidaridad de las personas en Chile: seremos solidarios ahora y siempre. No se trata de criticar ni la labor que hacen los institutos: quienes hemos tenido la oportunidad de visitar alguno se darán cuenta que es una labor espectacular la que hacen los profesionales allí. Quienes conocemos de cerca a personas que se rehabilitan en los centros estamos al tanto de sus historias, de sus esfuerzos y de lo cual nos sentimos felices, porque demuestran que a pesar de las adversidades de la vida, sí se puede seguir adelante. Lo que se cuestiona es por qué el Estado no se ha hecho responsable de algo que es un DERECHO de estas personas. Se cuestiona el aprovechamiento que hacen los poderosos de esta causa para sacar dividendos y/o lavar su imagen. Se cuestiona una vez más por qué nosotros mismos tenemos que velar por nuestros pares cuando tenemos organismos designados para ello, administrados por autoridades que nosotros elegimos para que cumplan con su labor. No se trata de evitar que exista la rehabilitación y la terapia. Se trata de una simple pregunta: ¿por qué, una vez más, nosotros mismos tenemos que hacernos cargo?

¿Seguirá la gente de Chile donando a esta noble causa? Sí, y no creo que se cuestione la solidaridad de las personas que empatizan con sus coterráneos. Ser solidario a todo nivel es parte de la esencia de nuestra crianza en la sociedad chilena. ¿Debe la Teletón realizar cambios? Definitivamente sí. No puede transformarse en algo tan turbio como lo es el empresariado nacional y justificarse ante la pantalla de “hacer una labor de amor” ¿Debemos todos ir por un país que cree un contexto más inclusivo? Ese debería ser el primer paso antes que pensar en cambiar muchas cosas, porque de nada sirve hacer campaña por la Teletón si el resto del año ni siquiera respetamos los estacionamientos para discapacitados. ¿La solución? Que el estado pueda entregar sin distinción lo que se ha entregado hasta ahora, sin lucrar ni manchar la labor de quienes trabajan por ello. Tal vez así sea la forma en que la gente realmente se sensibilice y sea empática hacia este tema. Insisto, jamás se negará la tremenda labor de los profesionales que trabajan en la fundación, ni se cuestionará el esfuerzo de los pacientes y sus cercanos, pero no podemos cegarnos ante la realidad porque, mientras la permanencia de Teletón dependa de nuestros bolsillos y solidaridad, las 27 horas de amor seguirán siendo el bingo más grande de Chile.

domingo, 22 de marzo de 2020

La escuela en tiempos de crisis: Una búsqueda constante del equilibrio


Cualquier tipo de emergencia de carácter mundial paraliza actividades que son parte de nuestra rutina, muchas de las cuales involucran procesos importantes dentro de la vida de todos. Si hay un aspecto que se ha visto afectado notoriamente es el educativo. Por lo establecido en las medidas para los territorios de Chile, las escuelas deben permanecer sin estudiantes. Aquellas que siguen abiertas son atendidas por docentes o trabajadores de la educación en “turnos éticos” bajo la obligación de mantener los establecimientos abiertos. Esto implica que el proceso de enseñanza se ve interrumpido y se traslada de las aulas a los hogares. Son varias las preguntas que rondan en torno a esto ¿es realmente todo esto efectivo? ¿Los niños pueden aprender en sus casas o se hace sólo para mantenerlos ocupados? ¿Tendrá un impacto real, sea beneficioso o perjudicial, en cómo se retomen los procesos después de la pandemia? Al buscar respuesta, primero se debe contextualizar cómo se está llevando a cabo en nuestro país al menos en tres áreas: los medios, la cantidad de contenidos y la respuesta por parte de los estudiantes y apoderados.

En términos de medios, una docente de un colegio privado de la provincia de Quillota relata que se han basado en el uso de la entrega de contenidos a través de plataformas online: “Se suspendió el trabajo en la escuela. Ni los niños ni el personal asisten. Los trabajos se envían únicamente online a través de Google Classroom. Los planes para la próxima semana son partir con clases virtuales a través de Zoom y Skype.” Similar situación es contada por otra docente de un colegio en la Región de Los Lagos, quienes también funcionan con estas plataformas, pero a través de un acercamiento diferente en relación al manejo de estas plataformas: “Trabajamos de Sexto Básico a Cuarto Medio a través de Google Classroom, que permite ir retroalimentando rápido. En el caso de [Google] Classroom, es una plataforma que siempre se ha trabajado en clases y que desde Quinto Básico se les enseña en clases de Tecnología cómo usarla, para que luego puedan utilizarla en otras asignaturas.”

Sin embargo, este “milagro tecnológico” no está exento de complejidades. La docente explica que la situación ha sido más compleja para los estudiantes de Quinto básico y cursos menores ya que trabajan a través de Google Drive, plataforma a la que suben el material para que los padres puedan descargarlo. Ella menciona que en el caso de esos niveles “ni los niños ni sus papás saben utilizarlo, por ende nos complica usar esa plataforma. Sin embargo, estamos buscando alternativas que nos permitan llegar a ellos más fácilmente y retroalimentar lo que han hecho.” Considerando que el plan de emergencia propuesto por el Ministerio de Educación también usa los recursos en línea como medio de trabajo, la falta de conectividad y acceso a internet también juegan en contra. Un docente de la Región de Aysén nos indica que en su establecimiento están acatando ese plan, pero han debido buscar alternativas basados en que “no todas las familias tienen acceso a internet y/o mayoría de apoderados no pueden apoyar al 100% a los estudiantes en la asignatura.” Una de las alternativas que se está aplicando en varios establecimientos de Chile es la entrega de material físico (tales como guías y/o textos de estudio), algo que se contradice con las medidas de aislamiento y evitar aglomeraciones que se piden como forma de combatir la expansión del virus.

Cuando hablamos de cobertura, surgen dos interrogantes: ¿qué asignaturas? Y ¿cuánto contenido? La docente de Quillota nos cuenta que se ha elaborado un calendario en el que se cubren todas las asignaturas, asignando dos de ellas para cada día y sólo dos tareas por cada una, las cuales que consisten en repasos y ejercicios que puedan ser resueltos en línea. Por otro lado, la profesora de Los Lagos nos dice que en su establecimiento no se rigen por currículum lineal y prefieren volver a retomar los contenidos hasta que se note un aprendizaje significativo, por lo que la clave es la retroalimentación. Esto otorga la flexibilidad para enfocarse más en las habilidades que en los contenidos. Ella da como ejemplos las áreas de Ciencias e Historia donde “los trabajos que se dan estos días son netamente de investigación, que permitan aplicar, explorar, analizar, evaluar. En Lenguaje, los trabajos han sido netamente de comprensión lectora e involucran análisis profundo de los textos. Lo principal es que no dejemos de lado el apuntar siempre a las habilidades de orden superior y que no nos quedemos en el conocer e identificar.” Para organizarse, han dejado semanas dedicadas a asignaturas fuertes y otras en que se trabaja la contención emocional, la salud total del estudiante y las habilidades artísticas. No obstante, no todos los establecimientos lo ven así. De acuerdo al docente de Aysén, han dado este apoyo sólo a las asignaturas “más fuertes” como lo son Lenguaje y Matemática, práctica que se repite en colegios de varias regiones, como mencionan docentes de Maule, Valparaíso y Atacama.


La respuesta de los estudiantes y los apoderados sí ha causado sorpresa, tanto en el caso de Quillota como Los Lagos. Los estudiantes envían sus materiales para ser revisados y los desarrollan en su mayoría con el apoyo de sus apoderados. La experiencia vivida en Los Lagos es efectiva según la docente, ya que los apoderados “nos comentan que los niños han trabajado bien. A ellos principalmente les interesa 'mantener a los niños ocupados'. A algunos papás les complica porque siguen trabajando y llegan en la tarde a trabajar con los niños, pero todos han cumplido de una u otra manera y agradecen que el colegio se haga presente desde distintas aristas en esto.”

Pero, ¿hasta qué punto será sostenible este plan extraordinario? Se ha llegado a una paradójica visión de esta situación: por un lado, se apela al aprendizaje en casa para mantener el hilo pedagógico, pero se acusa también de sobrecarga académica al ser mucho lo que algunas escuelas quieren abarcar en un contexto ajeno al aula. Para ello se consultó a un psicólogo y una psicóloga que trabajan en establecimientos educacionales. Él establece que la sobrecarga, ya sea en contingencia o no, es perjudicial porque “no fomenta realmente un aprendizaje significativo para el estudiante. Lo hace por una obligación (que además es impuesta por el contexto escolar y por su familia) y no porque sea consciente de que eso le “servirá” para algo. Entonces la disposición con la que enfrenta al desarrollo es negativa y el aprendizaje es nulo.” La especialista agrega que lo recomendable es establecer “un horario para realizar las diferentes actividades en el hogar, incluyendo tareas, pero no se debe ser tan rígido en esto, ya que habrá días en que resulte y días en que no. Por lo tanto es imposible obtener la rigurosidad que hay en tiempos normales. Esto se suma a la confusión y estrés que provoca en todos la situación que estamos pasando.” La idea de que las tareas sean parte de una rutina es apoyada también por un docente chileno residente en Suecia quien, basado en lo ocurrido en el país nórdico, afirma que “lo mejor que pueden hacer los padres es generar rutinas con los hijos que están estudiando en casa; activar el sistema fisiológico. También respetar el horario de estudio, siestas e idas a dormir  para no desequilibrar la rutina. Comer sano y evitar el exceso de redes sociales.” Todo esto como parte de una rutina que se ajusta a la contingencia, pero que permite proyectarse a un pronto retorno a la normalidad.

Respecto al tipo de tareas, el especialista lo ve como “una oportunidad para que el niño pueda aprovechar los momentos con su núcleo familiar. Las tareas están bien, pero quizás enfocadas en otras áreas, valores, consejos una donde se pueda formar al estudiante no solo en lo cognitivo, sino también en lo emocional y moral.” En relación al tipo de tareas asignadas, la especialista agrega que “es recomendable enviar tareas que no impliquen demasiada guía de parte del profesor, recordando que muchos estudiantes tienen un entorno muy carente en distintos ámbitos por lo tanto no todos los padres, abuelos o tutores serán capaces de ayudar a los niños. Resulta bien actividades virtuales ya que los niños se manejan bien desde ahí, más que clases grabadas. Y con harto optimismo harán una actividad diaria.”

Finalmente, si esto tendrá algún impacto en los aprendizajes cuando se retome la normalidad es algo relativamente incierto. Por un lado, el especialista indica que puede afectar en razón de cómo el sistema mide los aprendizajes. Agrega que el o la estudiante “quedará con ‘vacíos’ que serán difícil de sopesar, y a futuro probablemente exista repitencia, falta de motivación para asistir al colegio, desinterés por aprender y un montón de consecuencias que pueden perjudicar su bienestar emocional y psicológica.” Por otro lado, la especialista cree que las claves para evitar esto es entregar las herramientas necesarias en el retorno. Ella establece que “es imposible pensar en llevar la escuela a la casa, pero se pueden hacer actividades simples más que nada para no perder el ritmo en leer, por ejemplo, y ojalá con algún tipo de enseñanza más profunda o valórica.” Agrega que en este aspecto se debe considerar la salud de las y los docentes, quienes también viven este período bajo incertidumbre y miedo: “Ellos no tienen que complicarse mucho por esto. Su labor sería informar a las familias u orientarlas en cómo usar lo ya disponible en internet, y tal vez estar disponible para aclarar dudas.”

Son muchas las incertidumbres que quedan, pero es finalmente el actuar diario lo que rige el desarrollo de este tipo de consignas, las cuales podrán sufrir alteraciones a medida que la situación se haga más compleja. Lo que sí es claro, considerando lo expuesto por los entrevistados y entrevistadas, es que organizar las prioridades dentro de un ambiente de emergencia es de suma importancia, ya que será la salud mental y el bienestar psicológico la primera necesidad a satisfacer, tanto en estudiantes y sus familias, como en docentes y la comunidad en general.

Gracias miles a los colegas y profesionales que contribuyeron a este artículo. Muchas, muchas gracias.

viernes, 20 de marzo de 2020

COVID-19 alrededor del mundo: Experiencias de gente real y qué podemos aprender para Chile

Cuando hablamos de enfermedades pandémicas, es fácil remontarnos a décadas e incluso siglos atrás en la historia. Es posible que nadie pensara que, contando con todos los adelantos tecnológicos y logísticos que existen hoy, un virus pudiera causar lo que estamos viviendo en estos días, en pleno siglo 21. Es pertinente pensar que a muchos la pandemia del COVID-19 los ha tomado por sorpresa, causando un pánico casi instantáneo en todas las naciones del mundo. Para nuestro país, muchos afirman que esto recién comienza. Entonces, ¿qué podemos aprender de aquellos que ya lo están viviendo de forma más extrema? Para dar respuesta, se ha consultado la perspectiva de tres mujeres viviendo fuera de Chile. Más específicamente, Alemania, Francia y Argentina.

Los Primeros Días: Los Adversarios Reconociéndose

Patricia vive al sur de Alemania, muy cerca de la frontera con Italia, por lo que el temor estuvo latente desde mucho antes del día cero (sabemos que el contagio masivo en la península Itálica ocurrió en el norte del país). Ella nos dice que sólo toma un viaje de 3 a 4 horas llegar a Italia, y que el flujo de viajeros en circunstancias normales es constante, y por eso es que en el país germano se vivía una suerte de “paranoia” ya que el virus no tardaría en llegar. Por otro lado, Blanca, chilena residente en Paris, Francia de hace varios años ya, relata que la reacción del pueblo francés al principio fue muy relajada. Los primeros casos estaban en localidades lejos de la urbe capital entonces la vida se desarrolló con total normalidad. Sólo las ciudades afectadas tomaron medidas inmediatas tales como cerrar escuelas, bares, restaurantes, entre otros lugares. Como situación más reciente, Victoria, residente en Carmen de Areco, Argentina, cuenta que tras anunciarse los primeros casos de contagio, la vida siguió prácticamente con normalidad, y que el pueblo trasandino lo tomó con tranquilidad ya que la situación de momento era muy leve.

Si ya está aquí, enfrentemos lo inevitable

De acuerdo a Blanca, el cambio de mentalidad de los franceses fue muy rápido. Pasaron de la calma a tomar muy en serio la situación ya que no tardaron en formarse filas para compras de primera necesidad (especialmente fideos y papel higiénico). Ella agrega que en este momento se ha decretado confinamiento total, siendo las salidas reducidas para comprar necesarias y con un alto control policial. Dicho confinamiento debería finalizar en once días más.

Similar a Francia es la situación que se vive en Alemania. Patricia cuenta que Alemania está bajo un toque de queda absoluto, con alto resguardo policial, con centros educacionales cerrados hasta nuevo aviso y que las personas que siguen trabajando deben contar con una identificación especial. Dichos casos son, por ejemplo, todo el personal que se desempeña en centros de salud. Otro ejemplo que ella nos entrega es el caso de su esposo, quien es trabajador social, y que cuenta con dicho permiso para seguir en el desempeño de su trabajo.
Victoria reconoce que las medidas en Argentina al principio no se respetaron, pero que la acción de declarar cuarentena total pese al bajo índice de casos ha sido efectiva. Al igual que Francia, el pueblo argentino debe cumplir con esta medida hasta el 31 de marzo y que ahora realmente se está respetando. Por ejemplo, se ha pedido que sea sólo una persona que haga las salidas necesarias a comprar u otras tareas, y que aun así las salidas deben ser reducidas. Cabe destacar que lo que ella relata se basa en lo que ha visto o se ha comunicado ya que con su familia no han salido de su casa desde el anuncio.

Empatía y responsabilidad social en tiempos de crisis

Un aspecto compartido por cómo se vive esta situación en los tres países es que, a pesar de las medidas restrictivas, la gente no acata los planes en su totalidad. Blanca indica que debido a esas personas, el gobierno francés podría incrementar las sanciones para quienes no cumplan las consignas dentro del plazo de confinamiento. Argentina, por su parte, ha respetado las medidas pero aun así han debido lidiar con situaciones que complican la emergencia. Victoria comenta que personas provenientes de viajes al extranjero no respetan los protocolos de salud y no informan de su situación. Sin embargo, el gobierno argentino recibe denuncias por estos casos y son llevados a control inmediato. Al mismo tiempo, ella agrega que también pueden denunciar si los bienes de primera necesidad, en especial los desinfectantes como el alcohol gel, son aumentados de precio en exceso. Quienes lo han tomado más seriamente es en Alemania. Patricia explica que la cantidad de personas que no acatan la cuarentena es mínima, ya que han comprendido las dimensiones de esta instancia. Como ejemplo, ella cuenta que las personas que sienten síntomas notifican a sus empleadores, van a los centros de salud y preventivamente se aíslan en sus casas. Es importante resaltar que esto se atribuye a la confianza que la ciudadanía alemana tiene en su sistema de salud, tanto en su funcionamiento como en las garantías y beneficios que este le entrega a su gente.

El cuidado, como la caridad, parte por casa

Si bien es evidente que las medidas hasta ahora impuestas en Chile no son confiables, es claro que la iniciativa debe ser propia. Victoria menciona que en su casa es constante el lavado de manos, ya que puede ser más efectivo que el alcohol en gel, y que se sale casi nada. Blanca dice que en Francia se evita totalmente los lugares concurridos, y que es importante mantener la distancia sugerida entre cada persona, y que el gel desinfectante sólo se usa cuando se sale de casa, situación que también ha sido acotada. Ella agrega que también limita la comunicación con sus cercanos sólo al teléfono. Patricia insta a que se desinfecten las superficies de uso frecuente, y evitar el contacto innecesario con otras personas. Por ejemplo, ella en este momento no recibe visitas ni visitan a sus cercanos. Finalmente, añade que han comprado alimentos que podrían necesitar en momentos específicos, y así evitan salir constantemente, tales como harina, leche y, como buenos alemanes, cerveza.

Una especie sociable obligada a aislarse

El confinamiento, sea voluntario o impuesto, limita la sociabilidad innata que posee el ser humano. Esto puede afectar, a corto o largo plazo, nuestro estado de ánimo e impactar de alguna forma en nuestra salud mental. Patricia cuenta que para ella ha sido difícil ya que desde un principio no lo ha visto como vacaciones y que la lleva a pensar que desearía que fueran realmente como tal. Una forma de evitar el estrés, según Blanca, es compartir imágenes y vídeos graciosas para subir el ánimo a través de grupos en redes sociales, algo que ella llama “confinamiento alegre.” Victoria, por otro lado, insta a que estos días se conviertan en tiempo de calidad para las familias, aprovechando de hacer cosas que puedan distraer, desde música a ver series de televisión, como forma de mantener la mente ocupada sanamente.

Lecciones para el pueblo de Chile

Al pedir las experiencias que se viven en otros países, las tres colaboradoras estaban al tanto de cómo se tratado la pandemia en nuestro país. Patricia piensa que algunos chilenos no se lo toman en serio, y que prácticamente se crea un estigma sobre aquel que da positivo en el examen, una suerte de “vergüenza” en admitir un posible caso como dice ella. También es enfática en que lo que debe primar es la salud de cada uno. Por su parte, Victoria recomienda que las salidas de casa sean mínimas y que se acaten las medidas necesarias para evitar la expansión del contagio. Blanca también se une esto último y que sobre todo, debe existir solidaridad hacia aquellos que deben seguir batallando con este virus directamente. Como ejemplo, ella menciona que todos los días a las 20 horas, ella y sus vecinos salen a aplaudir desde sus balcones al personal de salud que sale y entra en cambio de turno en un hospital cercano. Finalmente, Patricia expresa que hay que ser empáticos y responsables hacia aquellos que no han podido dejar de trabajar, y eso se logra acatando las normas que se establecen en este tiempo que será largo, del cual se espera salir vencedores y que necesita de las mejores cualidades del ser humano para ser combatido.


Un profundo agradecimiento a Patricia, María Victoria y Blanca por compartir sus experiencias