domingo, 7 de marzo de 2021

20 Años de Pampa Ilusión: Méritos y Lecciones de un Magnus Opus de la TV

Afiche promocional de la teleserie

Un vehículo antiguo conducido por un elegante e impecable caballero se acerca a un grupo de obreros vestidos de blanco, tostados por el abrazador sol del desierto de Atacama, agotados por las eternas horas de trabajo y que huyen ante una inminente explosión. Esta postal es la perfecta descripción de lo que fueron los años de la época del salitre, tiempos de apogeo económico para Chile gracias a la extracción del mineral blanco, y forjado a punta de excesos, maltratos y penurias. Pero en realidad, dicha descripción corresponde a los primeros minutos del primer episodio de Pampa Ilusión, teleserie emitida por TVN entre el 07 de marzo y el 03 de agosto de 2001. Hoy se cumplen 20 años desde la emisión de esta magnífica producción de época ambientada en la década de 1930, cúspide y caída del auge salitrero. Para muchos, esta teleserie es una más de las tantas que produjo TVN en su mejor momento. Para mí, es definitivamente un hito televisivo cuyos logros no se valoran lo suficiente, y que marcó estándares de producción que se han olvidado en el tiempo.

Antes de expandir la idea, siempre es bueno establecer contexto. Pampa Ilusión fue el producto del equipo estrella de las teleseries de TVN: Víctor Carrasco en el guion, Pablo Ávila y Daniela Demicheli en la producción, y Vicente Sabatini en la dirección. Esta teleserie aborda el regreso de Inés Clark (Claudia Di Girólamo) a la oficina salitrera llamada “Pampa Ilusión” en busca de respuestas por parte de su padre, William Clark (Héctor Noguera), dueño de la salitrera y quien desterró a Inés y su madre lejos sin saber por qué. Todo esto ambientado en la vida cotidiana de las salitreras, y la inminente crisis que está llevando al inevitable cierre de la oficina. Esto es un resumen bastante escueto, considerando todas las aristas y sub-tramas que esta teleserie desarrolla de forma impecable a lo largo de sus 114 episodios, involucrando temas como los abusos hacia la clase obrera, las dificultades económicas, la discriminación por ocupación o nacionalidad y el machismo (todos abordados en una época en que los quiebres de la sociedad chilena eran tan o más profundos de lo son ahora). Pero las temáticas y su forma de abordarla son sólo una parte de los méritos que se gana esta teleserie.

Oficina salitrera Santa Laura, lugar donde se grabó Pampa Ilusión 
Partamos mencionando que Pampa Ilusión fue al rescate de una parte importante de nuestra historia material e inmaterial. La decisión de hacer esta teleserie de época no fue un trabajo fácil: todos los exteriores de la teleserie, que representan un alto porcentaje de las escenas de la producción, fueron grabados en las oficinas salitreras Humberstone y Santa Laura, ubicadas en pleno desierto de Atacama a 54 kilómetros al interior de Iquique. Aunque dichas oficinas contaban con el rango de Monumento Nacional desde 1970, su estado al momento de iniciar la pre-producción era deplorable debido a las décadas de abandono, constantes robos y saqueos a las construcciones, sumado a los efectos de la naturaleza sísmica de nuestro país. El equipo de producción de TVN debió trabajar arduamente para reparar y restaurar profundamente el semblante de las salitreras, todo esto con la supervisión y consulta del Consejo de Monumentos Nacionales. Gracias a este trabajo, y lo exhibido en la teleserie, el lugar pudo convertirse en un foco turístico, permitió poner en la palestra las funciones de la Corporación Museo del Salitre quienes buscaban a darles el carácter de Patrimonio a estos lugares—algo que se lograría en 2005, cuando la UNESCO nombra a estas salitreras como Patrimonio de la Humanidad. Es posible creer que sin esta teleserie y su masivo alcance a lo largo de Chile, no se habría puesto la urgencia necesaria en conservar a esos lugares que fueron escenario de una parte importante de nuestra historia.

De hecho, la historia de las salitreras no está muy presente en el área audiovisual de nuestras artes. Si bien tenemos obras musicales (“La Cantata de la Escuela Santa María de Iquique” o la canción “Arriba Quemando El Sol”) que hablan de la vida de los pampinos, son poquísimos los trabajos que retratan esta época en televisión o cine. Lo existente hasta ese momento eran obras relacionadas a la Guerra del Pacífico, cuyo móvil fue la riqueza del salitre. Pampa Ilusión profundiza la vida tanto de los dueños de las salitreras como de los obreros y sus familias, y la relación que existía entre ellos. Esta teleserie funciona como un retrato bastante fiel de las injusticias que vivían los habitantes de las oficinas, el trato que recibían por parte de sus patrones y las limitaciones económicas y sociales a las que eran sometidos. Hablamos de una historia que entrega el aspecto humano de las personas que vivieron esa época en su máxima expresión.

De izq. a derecha: Vicente Sabatini (director), Claudia Di Girólamo y Francisco Reyes







Cuando hablamos de personas, nos vamos directamente al otro gran mérito que presenta esta producción: el conjunto actoral y el trabajo realizado por cada uno. Vicente Sabatini siempre centró las historias en los personajes, y tenía la capacidad de desarrollarla con artistas de alto nivel. Cuando tienes actores de calidad, puedes crear personajes integrales, que generen un impacto en la audiencia y que puedan permanecer en el tiempo. Pampa Ilusión evidencia claramente que Sabatini no puso límites en cuanto a talento actoral se trata. Y no hablamos de cinco o seis actores de renombre. Piénsenlo así: ¿sería posible hoy en día tener en tu reparto de actores a Claudia Di Girólamo, Francisco Reyes, Héctor Noguera, Luis Alarcón, Delfina Guzmán, Eduardo Barril, Mares González, Luz Jiménez, Alfredo Castro, Ximena Rivas, Amparo Noguera, José Soza, Consuelo Holzapfel, Tamara Acosta y Néstor Cantillana? Sería mejor agradecer que hubo una producción que los tuvo a todos juntos. Cada uno de ellos trabajó arduamente en conectarse con su personaje, adecuarse a la época en que se desarrolla y darle la credibilidad necesaria para que la audiencia perciba a quienes son parte de la historia, no a los actores.

Blanca Lewin como "Clara Montes"
Al juntar ambos méritos, queda claro que conseguir una producción de época de calidad y que cuente una historia que genere empatía en el público es posible. De hecho, Pampa Ilusión fue una producción ambiciosa que marca un precedente y un estándar en lo que respecta a teleseries. Mientras la mayoría de las teleseries anteriores se desarrollaban en época contemporánea, el equipo decide arriesgarse en términos monetarios y de espacio: pensemos que grabaron en el medio del desierto, un lugar poco usual como locación, en un sitio que no contaba con agua potable ni electricidad (tuvo que adecuarse para poder recibir a los equipos de producción) y en el que había más riesgo que éxito en el horizonte. Y el riesgo era alto: pensemos que esta es parte de una sucesión de triunfo tras triunfo que había conseguido TVN en el horario prime durante el primer semestre, una racha ganadora que comenzó en 1995 con Estúpido Cupido y culminaría en 2004 con Los Pincheira, y que llevó las teleseries a todo Chile, usando locaciones en diferentes partes de nuestra larga y angosta geografía (Iquique, Zapallar, Chiloé, Pucón, Mejillones e incluso Rapa Nui) y obtenía sintonías impensadas. De hecho, Pampa alcanzó su récord en su episodio final, el cual presentaría un peak de 64 puntos de rating, con un promedio de 55 puntos, una recompensa satisfactoria para un arduo trabajo realizado.

Todo esto se plantea en un momento en que la televisión nuevamente es la fiel compañera que apaña a muchos en estos momentos de encierro, pero que lamentablemente no se condice con lo que realmente se podría mostrar. Nadie exige que sea un documental de lo que vivimos día a día, pero una pincelada a nuestra cruda cotidianeidad en una buena historia y con personajes reales (no estereotipos) no haría mal. Cualquiera podría decir que glorificar una teleserie como esta es sólo un asunto de nostalgia, y sabemos que la nostalgia es una fuerza que nos golpea frecuentemente, muchas veces haciéndonos creer que todos los tiempos pasados fueron mejores cuando en realidad no es así. Pero reconocer los méritos ganados por todas y todos quienes lograronPampa Ilusión no es un asunto de nostalgia: es simplemente aclarar que en algún momento de la historia de la televisión se podían hacer las cosas bien. Se podía crear una historia que nos recordara nuestra historia, que reflejara lo que sentimos o vivimos en la pantalla. Reconocer esos méritos es mostrar que el arte y el contenido de calidad pueden coexistir.

Pampa Ilusión no solo dejó una lección para la audiencia, sino también para quienes realizan trabajos audiovisuales. Esta teleserie logra recordarnos que antes que nosotros, hubo gente que probablemente no conocimos, personas que sufrieron problemas diferentes a los nuestros, pero que en el fondo los compartimos hasta el día de hoy. Logras sentir empatía con un personaje de ficción que representa que lo que vives hoy, ya lo vivió alguien muchas décadas antes, todo esto dentro de un producto de calidad, que estaba hecho con una visión artística, conciencia social y que no subestima a la audiencia.


Obreros salitreros, quienes inspiraron la historia de esta producción.

Para finalizar, sólo me queda recomendarles encarecidamente que la vean. De hecho, todos los episodios están disponibles en YouTube  Es un producto de calidad que no volverá a ocurrir. Estoy completamente seguro que en el futuro no existirá una producción que le iguale, menos que le supere. Los tiempos cambian, los estándares también, y lo que esta teleserie logró en su momento no se podrá repetir. Por más que queramos, los tiempos de la “era dorada” no volverán más, más aun cuando vemos que la televisión va de salida de forma lenta pero segura—no por la audiencia, sino por la gente que maneja las unidades televisivas y sus contenidos—pero no quiere decir que no se pueda aprender del pasado, de la historia que se ha construido. Por ahora, sólo queda reconocer y destacar que hace 20 años, un grupo de artistas de primer nivel supo dejar su trabajo enmarcado en la historia, y en la memoria colectiva de las y los chilenos que vieron esta ilusión televisiva como la obra de arte que fue, es y será por siempre.